la Ermita de San Roque
La Edad Moderna dejó en Oseja varios edificios de notable factura. Hacia comienzos del siglo XVI se construyó la Ermita de San Roque, posiblemente tras alguna de las muchas epidemias del periodo Se edificó, como era habitual en estos casos, en un emplazamiento estratégico a las afueras del pueblo y a la orilla de un camino (la calzada romana o Senda del Arcediano). La función de estas ermitas durante el Antiguo Régimen era la de auxiliar a las parroquias en tiempos de necesidad, a la vez que facilitaban la asistencia espiritual de los grupos marginados de la sociedad. La Ermita de San Roque fue reconstruida en 1703 a costa de los vecinos de Oseja. Como marcaban las pautas del momento, para favorecer su mantenimiento económico era frecuente que se estableciesen en ellas capellanías. Las capellanías eran fundaciones piadosas, realizadas habitualmente por iniciativa privada, que se adscribían a cualquier iglesia o centro religioso del lugar y que implicaban una actividad espiritual y asistencial. Nacían respaldadas por una dotación económica, cuyos bienes se hallaban exentos del pago de los tributos e imposiciones civiles debido a la inmunidad de las que gozaban las propiedades eclesiásticas (según los cánones "por derecho divino"). Por eso, en el año 1738 cuarenta vecinos de Oseja fundan la capellanía de San Roque y Nuestra Señora de Belén, dotándola con un capital inicial de 1.074 reales para el sustento de un capellán, entre cuyas obligaciones se encontraban los servicios espirituales y asistenciales, así como la enseñanza de la "gramática" a las gentes del lugar. Los fundadores establecen que su capellán fuera un hijo de la tierra y un clérigo menor, es decir, no ordenado "in sacris". Con este proceder se aseguraba la promoción en la carrera eclesiástica de dicho capellán y, por extensión, de los vecinos de Sajambre que eligiesen la vida clerical.
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